jueves, 15 de mayo de 2014

TWITER Y CONTROL SOCIAL


Desconozco las razones reales que han llevado al Gobierno a anunciar su cruzada para “limpiar” twiter. Según el Ministro del Interior se trata de acabar con un “mal uso” de las redes sociales. Aunque hay quien piensa – yo entre ellos – que en el trasfondo aparece una clara voluntad de control político de estas redes. Incluso es posible que haya influido la necesidad de desviar la atención de los entresijos internos del PP de León que, poco a poco, van apareciendo en relación al asesinato de Isabel Carrasco.

En todo caso este anuncio nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre la trascendencia de las redes sociales – no solo twiter- y su uso por los ciudadanos y los poderes económicos y políticos.

No deja de ser curioso que el mismo gobierno que se mantiene pasivo ante las permanentes vulneraciones de derechos humanos perpetrados por los poderes económicos y políticos, con el tratamiento masivo de datos que circulan por las redes, muestre su preocupación por lo que llama “apología de la violencia” en la red. De mucha menor trascendencia para la sociedad.

Aunque no sea este el elemento central del debate no está de más que nos preguntemos sobre si es cierto que twiter actúa como una fabrica de violencia verbal o simplemente es un expositor en el que se refleja una parte de la psicopatía de la sociedad.  Es una interpretación interesada vincularlo a twiter y a los conflictos sociales y políticos. No es infrecuente por ejemplo que, ante un accidente de montaña con muertos, algunos ciudadanos comenten la noticia con frases como “se lo merece por meterse en estos líos” 

Vaya por delante que en la sociedad hay más comportamientos empáticos que psicopáticos, pero estos como todo lo negativo destacan más. La psicopatía entendida como la falta de empatía hacia los otros es inherente al ser humano y se ha dado siempre en cualquier sociedad, pero tengo la intuición que hoy prolifera aún más como consecuencia de unos valores dominantes que destacan la competitividad sin limites frente a la cooperación, el triunfo por encima de cualquier otro valor, el beneficio individual aunque sea  costa de la ruina de muchos otros. Cuando todo se mercantiliza hasta los derechos humanos, la psicopatía social encuentra su hábitat perfecto.  

Tres ejemplos para ilustrar esta afirmación. La crisis ha puesto de manifiesto la ruptura – si es que alguna vez existió- de los vínculos emocionales entre los poderosos y la gente que sufre. La crisis ha hecho proliferar los comportamientos “triunfocratas” de quienes, a fuerza de destacar el valor del esfuerzo, la excelencia, terminan criminalizando a los “perdedores” y haciéndoles responsables de sus desgracias. La psicopatía social es alimentada por quienes no dudan en ganarse la vida instigando desde los grandes medios de comunicación este tipo de comportamientos en programas a los que han tenido el mal gusto de llamarles tertulias.

Si el Gobierno quiere contribuir a atenuar los impactos negativos para la convivencia mejor que dirija su mirada hacia esos programas y esos medios de comunicación y no hacia twiter. Aunque solo sea porque su incidencia social es mucho mayor y porque la propician personas a las que los propios medios han convertido en referentes públicos. Eso si, en cualquier caso que se olvide del Código Penal.

EL tema central de la reflexión que deberíamos hacernos es otro y tiene que ver con la transformación que vive el mundo de la comunicación. En las sociedades modernas, el poder ha pasado de usar la violencia física como medio de control social a otra forma de violencia más sofisticada y eficiente que pasa por el control ideológico de la ciudadanía a partir de la colonización de nuestras mentes.  Eso no significa que los poderosos hayan renunciado al uso de la violencia física como medio de control social, simplemente la tienen en reserva por si fallan los mecanismos más sofisticados. Y ello es tanto más peligroso cuanto más se normaliza, interioriza y se hace imperceptible este control de nuestras mentes. 

Basta ver los procesos de concentración y de control de los medios de comunicación privados y su conversión en divisiones mediáticas de grandes grupos económicos.  

Por eso tiene gran trascendencia la entrada en escena de lo que se ha venido a llamar “medios de autocomunicación de masas”. Como todos los procesos nuevos las incógnitas sobre que nos deparara son muchas. El debate sobre si acabaran sirviendo para emancipar a la sociedad o bien serán nuevos instrumentos más potentes para el control social es tan real como complejo y aún esta verde.

Esta batalla por el uso social de las redes ya se esta dando en muchos terrenos y es cada vez más evidente. De momento con algunas derrotas y algunas victorias, como las recientes sentencias europeas para proteger derechos ciudadanos. Nada nuevo que no haya pasado antes en la historia con otras innovaciones tecnológicas y la batalla por su control social.

Aunque el conflicto es de una gran complejidad, comienza a simplificarse cuando  importantes sectores de la ciudadanía perciben que estas herramientas, de las cuales twiter es la menos sofisticada, pueden servir para eludir aunque sea parcial e incipientemente la intermediación de los medios tradicionales en la comunicación entre ciudadanos. Y sobre todo cuando nos permiten dotarnos de formas de relación y organización social que superen el vacío provocado por la desaparición de los espacios de socialización  de la sociedad industrialista. Por si no ha quedado claro no me estoy refiriendo al debate sobre el modelo industrial de los medios de comunicación tradicionales.

La batalla no ha hecho más que empezar. Las reacciones de los poderosos, que han pasado de ningunear el papel de estos medios de autocomunicación a combatirlos, pone de manifiesto la trascendencia presente y sobre todo futura que le otorgan.
Los ciudadanos podemos seguir dudando o reflexionando teóricamente sobre pros y contra. O podemos actuar. Sin caer en un adanismo juvenil, lo cierto es que lo viejo, las formas de comunicación y organización social de la sociedad industrialista, ha demostrado sus limitaciones para combatir el poder globalizado.  Abrir puertas  a estas nuevas formas de comunicación y organización social es una oportunidad. Sin olvidar que, como demuestra la historia, nada desaparece de golpe y nada se hace en 7 días, salvo en los relatos mitológicos

martes, 13 de mayo de 2014

INDÚSTRIA


Convidat per l’Associació Catalana d’Universitats Públiques (ACUP), he tingut l’oportunitat de participar en les Jornades Catalunya Futur. Rectors d’universitats, empresaris catalans i ponents estàvem convidats a reflexionar sobre formació i mercat de treball.  Molts temes sobre la taula, com generar un model econòmic de més qualitat i quin paper ha de jugar la indústria. I, sobretot, la necessitat de revisar el que fins ara ha estat el diagnòstic hegemònic sobre la relació entre mercat de treball i educació i formació.

És el sistema formatiu el que no promou les qualificacions necessàries per un teixit econòmic que volem intensiu en innovació? O potser és que el teixit econòmic que aposta per la innovació i la qualitat és la minoria i no té capacitat d’ocupar tots els joves formats del nostre país? És el sistema educatiu el que no esta a l’alçada o potser és el teixit econòmic el que envia incentius perversos als joves? Existeix alguna correlació entre el nivell de qualificació dels treballadors i la seva retribució per les empreses? O moltes de les empreses no retribueixen als seus treballadors atenent el seu nivell formatiu? És possible que les empreses retribueixin millor la dedicació intensiva dels treballadors, encara que no disposen de formació, que als treballadors millor formats? És possible que durant la bombolla molts joves abandonessin els estudis tècnics professionals per treballar en feines no qualificades, però millor retribuïdes? És possible que una part dels nostres universitaris s’hagin vist abocats a la subocupació perquè el teixit econòmic no els facilita feines qualificades, ni en els moments de creixement? És possible que una bona part dels treballadors immigrants que tenen nivells formatius superiors a la mitjana hagin estat abocats a la subocupació? Tenen a veure aquests incentius perversos que envia el teixit productiu amb l’augment de les taxes d’abandonament prematur de l’educació post obligatòria, que es va produir durant la bombolla? Pot estar aquí l’explicació que, un cop ha esclatat la bombolla, les taxes d’abandonament prematur hagin millorat significativament, sense que hagin canviat les polítiques educatives ni augmentat els recursos – més bé al contrari-?

En resum, haurem comès durant molts anys un error tan antic com la humanitat, confondre causes i efectes?  No hauríem de revisar el nostre diagnòstic sobre la relació entre sistema educatiu, model econòmic i mercat de treball?

Els empresaris presents en els Jornades no identificaven aquest diagnòstic alternatiu amb la realitat que ells coneixen. Lògic, tots ells són empresaris industrials que han apostat per la internacionalització i que no entenen el futur sense treballadors formats, estables i ben retribuïts. Només hi ha un petit detall, representen una molt petita part de l’empresariat i, sobretot, són empresaris industrials, de sectors on la productivitat no va vinculada a salaris baixos sinó a qualificació, innovació i millores organitzatives.  I és aquí on rau el nostre principal repte, l’estructura productiva del nostre país.

El nostre teixit econòmic pateix importants desequilibris estructurals, que la bombolla especulativa va agreujar i que la crisi ha deixat al descobert. Un excessiu pes de sectors econòmics, com la construcció residencial i el turisme de temporada, amb molta estacionalitat, de tendències ciclotímiques, d’elevada rendibilitat sense necessitat de gaire innovació, que incentiva un model de mercat de treball de forta precarietat.

El segon factor és una estructura productiva formada majoritàriament per pimes i, sobretot, microempreses. A Espanya el  78% de les empreses tenen un màxim de cinc treballadors, mentre que a la UE es considera PIME fins a 250 treballadors. Això fa que el nostre teixit productiu  sigui especialment sensible als cicles econòmics, feble davant les crisis i amb dificultats per la internacionalització.

Junt amb aquests factors d’estructura econòmica, ha estat determinant unes polítiques que en el terreny laboral, econòmic i fiscal, lluny de contribuir al canvi del model, han incentivat els seus desequilibris.

Durant la bombolla especulativa, el retrocés de la indústria ha estat notable. I de totes les causes, la més important ha estat els incentius perversos que arribaven des del mercat i des de la política. El mercat retribuïa les inversions en la construcció i el turisme amb uns beneficis que  multiplicaven per molt els de la indústria. Amb molta menys inversió i menys riscos, la rendibilitat de la inversió  en aquests sectors ha estat molt més elevada que en la indústria. I el que és pitjor, sense necessitat d’innovació ni millora de la productivitat.  És un cas que evidencia els riscos provocats pels incentius perversos del lliure mercat, sense regulació. La combinació abundant de sol i sòl, adobada amb diner abundant i barat i una economia globalitzada, ha estat mortífera.

A més, les polítiques públiques ho han agreujat. Amb una visió a curt termini, de gran lluïment per part dels governs, el que s’ha fet és agreujar encara més aquests desequilibris amb més incentius perversos. Els d’unes reformes laborals que han alimentat la precarització de les condicions de treball o unes polítiques fiscals que han incentivat l’especulació a curt termini. 

Aquestes són algunes de les causes de la caiguda del pes de la indústria en la nostra economia. Primer, durant la bombolla, es va produir una forta desinversió per reconduir el capital  cap a sectors més rendibles. Després, amb la crisi, s’ha produït una forta destrucció de teixit empresarial que, malgrat disposar de productes adequats i mercats, no tenia prou musculatura per encarar la crisi i la manca de capital i finançament.

Unes petites llums d’esperança són les que aporten aquelles empreses que han aprofitat la crisi per obrir-se cap a l’exportació o la internacionalització, tot i que encara són una minoria, especialment entre les pimes. Perquè la mida, en economia, sí importa. I aquí topem amb un altre dels mites malèfics de l’economia i la política, especialment a Catalunya. La imatge entre bucòlica i romàntica de les pimes ens ha fet perdre de vista que a les pimes cal ajudar-les, però no perquè continuïn sent pimes, sinó perquè deixin de ser-ho. I aquí topem amb un gran obstacle, l’escassa cultura de cooperació de les nostres pimes, un mal entès concepte de competitivitat que exclou la cooperació inter- empresarial.   
Tenim davant nostre la possibilitat de redreçar alguns d’aquests problemes estructurals de la nostra economia, però el primer que hem de fer és saber que no hi ha dreceres ni solucions ràpides.  I que, malauradament, les forces del mercat ens arrosseguen cap a la reincidència.

I que, per evitar tornar a ensopegar amb la mateixa pedra, necessitem fer tres apostes nítides. Reforçar el paper de la indústria,  augmentar la mida de les empreses i ampliar l’aposta per la internacionalització. I, sobretot, desincentivar un model econòmic que sense innovació, sense formació ni qualitat de l’ocupació, aconsegueix importants beneficis.

No es tracta de condemnar sectors com la construcció  o el turisme. Al contrari, poden i han de jugar un paper important. Per exemple apostant per la rehabilitació o la industrialització de la construcció. O en el turisme apostant per la desestacionalització i l’oferta de més qualitat. Però la clau en els propers anys passa per reforçar, i molt, el paper de la indústria.

La política pot i ha de jugar una funció important en aquesta transformació del teixit productiu. I el primer que s’hauria de fer és canviar la política de “business friendly” que pot representar BCN World per la política d’“industry friendly” que pot representar Alstom de Santa Perpetua, per posar només alguns exemples d’actualitat.

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